Pensar las ciudades en un contexto de cambio climático

Institucional
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Lunes 15 de Abril de 2024

 

El pasado 26 de marzo se celebró, como todos los años por resolución de Naciones Unidas, el Día Mundial del Clima, con el objetivo de concientizar a la población sobre la importancia que tienen las acciones y actividades humanas en la variación climática, con el fin de generar hábitos más acordes a la protección del ambiente.
En este marco, cabe destacar que marzo fue un mes muy lluvioso en toda el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Particularmente, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) registró 329 mm en el Observatorio Central Buenos Aires (CABA), cuando la media para el mes de marzo son 103 mm (Figura 1).
Durante las semanas del 11 y 18 de marzo, se registraron tormentas de una notable intensidad, caracterizadas por una precipitación abundante en períodos cortos de tiempo. Estas condiciones climáticas provocaron inundaciones y anegamientos en varios puntos de la Ciudad, ocasionando además cortes de energía eléctrica, cancelaciones de vuelos y alteraciones en el servicio de transporte público. (Imagen 1).
La imposibilidad de desplazarse hasta los lugares de trabajo afectó especialmente a los sectores más vulnerables, quienes dependen de sus ingresos diarios y carecen de recursos económicos para enfrentar la pérdida de salarios y los daños materiales resultantes. Además de la Ciudad, otras regiones del país se vieron afectadas, como el norte de la provincia de Buenos Aires y el sur de Santa Fe, donde las fuertes lluvias provocaron cortes en la Ruta Nacional 9 y en otras vías provinciales. En zonas del oeste de la provincia de Buenos Aires, las tormentas acompañadas de granizo del tamaño de pelotas de golf ocasionaron serios daños materiales.

En el contexto del cambio climático, se esperan que estos eventos extremos de precipitaciones sean cada vez más frecuentes, por lo que surgen los siguientes cuestionamientos: ¿Están preparadas las ciudades para una mayor ocurrencia de estos eventos? ¿Cómo adaptar las obras hidráulicas diseñadas para intensidades de precipitaciones mucho menores a las de hace 50 años? ¿Qué acciones desde el diseño de las ciudades se pueden tomar para mitigar estos efectos? Estas son preguntas que urbanistas, arquitectos, ingenieros y paisajistas vienen intentando responder desde hace tiempo.

Una de las claves para disminuir la escorrentía causada por las lluvias en las ciudades son los espacios verdes. En los últimos años, la escasez de áreas verdes de acceso público en Buenos Aires se ha agravado. Según datos de la Dirección de Estadísticas y Censos, la Ciudad cuenta con apenas 6,7 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, una cifra notablemente inferior a los estándares internacionales. Además, casi el 30% de estas áreas consisten en pequeños canteros, pequeñas plazoletas y derivadores de tránsito, que resultan poco significativos para los residentes. Excluyendo estas superficies, la disponibilidad de áreas verdes se reduce a tan solo 4,7 metros cuadrados por habitante.

Una manera de aumentar la superficie de espacios verdes, que es tendencia en los últimos años en la planificación urbana, es la incorporación de techos ajardinados como superficies permeables para la captación, conducción y almacenamiento temporal del agua de lluvia. Estas estructuras, empleadas en muchos casos para reverdecer las ciudades, al ser pensadas como soluciones basadas en la naturaleza, se convierten en una medida apropiada para mitigar los problemas asociados al aumento de la escorrentía urbana, transformando los techos en pequeñas unidades de control hídrico en origen. Los techos verdes dentro del entramado urbano cobran un papel relevante para la gestión integral de los recursos hídricos (GIRH) donde el uso de tecnologías de drenaje urbano sostenible (TDUS) son una herramienta para el diseño de ciudades mejores adaptadas al cambio climático.

Otra acción posible que forma parte de procesos de planificación urbana es la implementación de lagunas de contención. También denominados estanques de retención (SuD) (Figura 2), además de mejorar la capacidad de retención, tienen la cualidad de proporcionar espacios para la recreación, de complementar a los corredores ecológicos urbanos, de reducir el efecto de las islas de calor y mejorar la calidad del aire. Los estanques de retención se clasifican de diferente forma: estanques de retención, estanques de retención extendidos, micro estanques de retención y sistemas de estanques múltiples. Es un tipo de intervención especialmente apto para zonas residenciales de no muy alta densidad. Uno de los principales desafíos que se desprenden de este tipo de propuestas es: promover el compromiso de los ciudadanos, la concientización y, la apropiación y participación de la comunidad en el mantenimiento de estas áreas públicas.

Todas estas acciones mencionadas anteriormente contribuyen a fomentar ciudades sostenibles, mejorando su respuesta ante eventualidades climáticas, haciendo a éstas lo más resilientes posibles y dando rápidas respuestas para que los impactos en la población se vean amortiguados o disminuidos. Es por esto que es necesario repensar las acciones desde diferentes experiencias y abordajes para contribuir a una mitigación de los efectos generados por el cambio climático.

 

Gastón Sosa, Andrea Seoane, Miguel Caamaño, Analía Figueira

Laboratorio Bioambiental de Diseño- UFLO