Día Mundial del Ambiente

Institucional
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Sábado 05 de Junio de 2021

En motivo de un nuevo Día Mundial del Ambiente, compartimos unas palabras del Profesor Jorge Ragaglia, especialista en Derecho Ambiental.

El 5 de junio conmemoramos un nuevo Día del Ambiente, y hoy como ayer, el 2021 es un año de luces y sombras en materia ambiental.

El punto de partida es en esta ocasión casi inevitable: la pandemia. No hay dudas de que la inmensidad del daño que produjo y produce ha alcanzado – y no en forma positiva precisamente – al ambiente en general. Durante 2019, la mayoría de gran parte de actividades, iniciativas, planes, políticas, programas ambientales han quedado suspendidos o se han visto considerablemente retrasados en su ejecución. Por otro lado, ha provocado el incremento de fenómenos nocivos en términos ambientales, como el abandono del transporte público y el retorno a la utilización del transporte particular. Bien sabemos que los automóviles impulsados por energías renovables representan aún un porcentaje minoritario a nivel mundial.

Y si por un momento nos permitimos creer que este parón global podría traer alguna suerte de alivio a nuestro planeta, las estadísticas lo desmienten categóricamente: según datos de la NASA, el 2020 igualó al 2016 como año más cálido desde que se toman registros.

Está claro que el Cambio Climático es – y con seguridad seguirá siendo – el tema predominante en la larga lista de problemáticas ambientales.

Y he aquí la primera luz dentro de un panorama de sombras: el retorno de Estados Unidos al Acuerdo de París de la mano de su nuevo presidente, y del que la anterior administración lo había desvinculado en 2017. La salida de Estados Unidos en aquel momento sin duda asestaba un duro mazazo al Acuerdo, por lo que su retorno no puede menos que saludarse con la mayor de las satisfacciones.

Pero también es cierto que la lucha continúa: hay amplio consenso sobre la necesidad de redoblar esfuerzos para evitar superar el temido umbral de los 2 grados C de aumento de la temperatura media del planeta respecto a la era preindustrial, tal y como el Acuerdo se propone, y mucho más aún si perseguimos la más ambiciosa meta de quedar por debajo de los 1.5 grados. Los pronósticos indican que de continuar las cosas como hasta ahora, es muy posible que para fin del siglo se superen los 2 grados, con las funestas consecuencias que eso acarrearía para el planeta y la humanidad.

Por casa, también luces y sombras

En nuestro país, la política ambiental ha sido y es objeto de profundas contradicciones, de marchas y contramarchas.

Advertimos algunos progresos, sin embargo, como la sanción de la más reciente Ley de Presupuestos Mínimos con que contamos: la Ley de Presupuestos Mínimos de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático Global, de diciembre de 2019. Sin duda es auspicioso que finalmente exista en nuestro país una ley que establezca un “Plan Nacional de Adaptación y Mitigación del Cambio Climático”, pero lo más importante es que dicho plan se ponga en marcha.

Por otro lado, hemos dado un paso adelante en materia de acceso a la información ambiental y participación ciudadana, al haber entrado finalmente en vigencia el Acuerdo de Escazú, el primer tratado internacional a nivel regional que regula esta cuestión tan fundamental.

Volviendo a la política ambiental nacional, sus vaivenes no son ajenos a ninguna administración, incluida la actual. Del discurso presidencial de apertura de sesiones ordinarias del Congreso se deduce que la protección del ambiente y los recursos naturales no serán una prioridad tampoco para este gobierno.

Se afirma por un lado, que se busca incentivar cuestiones como la producción de vehículos eléctricos, y a renglón seguido se redobla la apuesta a los combustibles fósiles, ensalzando las virtudes y bondades de la explotación del yacimiento de Vaca Muerta. Todo esto en un país con potencial de sobra para construir su matriz energética en base a las energías renovables, y donde paradójicamente la explotación de combustibles fósiles y la producción agropecuaria, en conjunto, contabilizan más del 90% de las emisiones de gases de efecto invernadero, según datos de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).

En el mismo discurso se subrayó la voluntad de proteger los bosques, y nos encontramos con que según un informe de la organización Greenpeace, durante 2020 los niveles de deforestación fueron superiores a los de 20191. También que el Fondo para Protección de Bosques Nativos que establece la Ley 26.331 recibirá este año menos del 5% de lo que por dicha ley le correspondería. Un año más, la Ley de Bosques desfinanciada. La Ley de Bosques, esa gran ley y esa eterna olvidada.

Por todo esto, en este Día Mundial del Medio Ambiente el mensaje bien podría ser el mismo que se nos da desde el ámbito médico y científico: no bajar la guardia, no relajarnos, redoblar los esfuerzos.

Puede que hoy las prioridades pasen por preservar nuestra salud, pero aún en estas circunstancias tan singulares e inéditas, no debemos olvidar nunca que nuestro planeta, nuestra casa común, sigue deteriorándose, sin prisa pero sin pausa, y que de nosotros y sólo de nosotros, depende que podamos revertir ese proceso, antes de que sea demasiado tarde.

1Deforestación en el Norte de Argentina. Informe Anual 2020 de Greenpeace.

 

Jorge Ragaglia
Abogado por la Universidad de Buenos Aires.
Profesor Universitario de Derecho Ambiental UFLO Universidad, Universidad del Salvador y Universidad CAECE.
Asesor en la Comisión de Ambiente de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2012-2013).
Consultor en la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (2009-2011).